Nº 30 ~

Canica de vidrio

Oxyrhynchus (Egipto romano) Siglo II-III d.C.

British Museum

Esta canica de vidrio expuesta en el British Museum data del siglo II-III d.C. y fue hallada en el yacimiento de Oxyrhynchus (provincia romana de Egipto), mejor conocido por la enorme colección de papiros que se encontraron allí a finales del siglo XIX-inicios del XX.  

Las canicas han existido desde hace milenios. Se han encontrado objetos pequeños y esféricos hechos de terracota, piedra y otros materiales en diferentes lugares del mundo, incluido el valle del Indo – ver este ejemplo o este otro (ambos de 2500-1500 a.C.) – y es probable que se hayan usado para jugar desde entonces, o bien en juegos que reconoceríamos como “de canicas”, o bien como piezas en otros juegos como Mehen en Egipto (p.ej. estos tan bonitos expuestos en el Met, que datan de 3850–2300 a.C.)

En la época romana, las nueces (nux, pl. nuces) se usaban también de forma similar a las canicas. Sin embargo, existen referencias a las canicas por separado, aunque no siempre usando el mismo término. En la Vida de Augusto de Suetonio, se dice que el Emperador se entretenía jugando a los dados, a las canicas y a las nueces con niños pequeños (‘modo talis aut ocellatis nucibusque’), entre otras cosas. Esta frase se ha interpretado de diferentes maneras (y de hecho en la traducción al español que encontré dice que jugaba “a los dados, a la taba y a las nueces”) pero una de las interpretaciones es que ocellati (es decir, marcado con ojos /puntos) se refiere a canicas de ágata u ónix. Encontré una imagen tomada por alguien en 2004 de “canicas romanas en el British Museum.” Los puntos que aparecen en estas canicas podrían explicar el término ocellatus, aunque no he podido encontrar las imágenes de estas canicas en concreto en el sitio web del British Museum. Aun así, nuestra canica no encaja con esta descripción.

Las canicas entran dentro de un mismo grupo que las tabas, los dados y las nueces; estas últimas se utilizaban con frecuencia como símbolo de la infancia (véase este sarcófago infantil del siglo III d.C. que muestra a niños jugando con nueces). El juego de las nueces parece haber consistido en apilar 3 o 4 nueces en forma de pirámide, y posteriormente lanzar una nuez para o bien completar la pirámide o bien derribarla; también hay referencias a un juego que consistía en atinar lanzando una nuez al interior del cuello de un ánfora. Los romanos tenían el dicho ‘nuces relinquere’ que significaba “dejar atrás las nueces”, en referencia a la transición a la edad adulta. Encontré un interesante vídeo  en el que se nos explica esta expresión hablando en latín como lengua viva, algo sorprendentemente agradable de oír.

Se han encontrado varios tipos de “tableros de juego” (conocidos como tabulae lusoriae) grabados en losas en diferentes zonas públicas del mundo romano (p.ej., el Foro Romano y el Foro Triangular en Pompeya). Se usaban para diferentes juegos, entre ellos uno de canicas conocido en italiano como ‘il gioco delle fossette’ y en francés como ‘la fossette’, que consiste en una serie de hoyos a los que cada participante tiene que lanzar sus canicas. No he podido averiguar si tenía un nombre específico en latín.

Encontré un blog de una arqueoludóloga italiana que muestra imágenes de algunas de estas tabulae lusoriae, incluidas varias losas en las que se ve una serie de pequeños hoyos, que probablemente se usaran en este juego. También me topé con otra buena página de recursos gestionada por arqueólogos francoparlantes, que enumera los juegos que se han jugado en la historia en diferentes partes del mundo, e incluye la fossette entre los juegos de canicas (puedes ver una imagen de la fossette – o el juego de los huesos de fruta – en un grabado del siglo XVII de Claudine Bouzonnet-Stella).

Mis investigaciones sobre las canicas fueron algo parecidas a las que realicé sobre los juegos de tabas en todo el mundo. El hecho de que algunas referencias a la fossette también mencionaran el uso de huesos de fruta me llevó a mirar otros juegos, y pronto encontré el ‘juego de los huesos de melocotón’ al que juegan los oneida. Los cheroqui también juegan con huesos de melocotón, aunque los frijoles o las habas parecen ser más comunes; el juego tiene mucho en común con las tabas.

Al explorar el mundo de las canicas en tiempos recientes, fue divertido encontrar grabaciones del campeonato de canicas de 1938 celebrado en Tinsley Green, Reino Unido (con origen en 1588, aún se celebraba pre-Covid), y de un maestro de escuela en EE. UU. compitiendo contra un alumno ese mismo año; la voz y el tono del narrador de los vídeos de Pathé de esta época suelen merecer la pena. El Campeonato de Tinsley Green de 1962 contó con la presencia de equipos con nombres fantásticos como los ‘Teenage Twisters’, los ‘Telcon Terribles’, los ‘Johnson Jets’ y ‘Ruislip Rat-Pac’ – puedes verlos en este vídeo, sin sonido.

También encontré un anuncio de los años 50 de un juego llamado ‘Marble Race’, al que describen como “un nuevo juego lleno de diversión para niños y adultos” y “la nueva moda en fiestas de adultos.” Al parecer Marble Race “también atrae a los adolescentes”, que parecen ser una categoría de seres completamente independiente. Boy, look at ‘em go! (¡Uau, mira como ruedan!)

Sin embargo, al tratar de averiguar más sobre esta canica, vi que era imposible saber para qué se había usado, e incluso si había sido usada en juegos. Me pregunté si hubiera sido mejor escoger otro ejemplo, pero vi que el British Museum había tomado la decisión de llamarla ‘marble’ (canica), y no ‘game piece’ (pieza de juego) u otro término más cauteloso. Data de un periodo en el que las canicas sí existían, y en todo caso su diseño me pareció  interesante y similar a algunas canicas modernas. Lo que más me atrae es su paleta de tonos oscuros, de otro mundo, y la forma en que se ha fabricado con capas de colores.

Las canicas de este tipo inmediatamente hacen pensar en planetas y cuerpos celestes. Encontré otras preciosas canicas cósmicas, como esta canica londinense del siglo XVIII, de colores similares a la nuestra, estas canicas rojas y blancas de un siglo más tarde, o estas excepcionales vendidas en subastas, fabricadas por casas de canicas famosas como Christensen Agate, Akro Agate y Peltier hace un siglo (los vídeos son para coleccionistas, pero basta con unos segundos para ver las bonitas galaxias que forman en conjunto).

De niña, me pregunté más de una vez si podría haber mundos enteros en la superficie de las canicas que no podemos ver y que existen más allá del mundo de los microscopios. La idea era atractiva: pensar en los planetas como enormes canicas, y en las canicas como diminutos planetas. Supongo que lo que me interesaba era saber “qué está en el interior del interior”, por tomar prestada una frase que usó mi hijo hace algún tiempo, y si las dimensiones del universo eran infinitas en ambas direcciones.

Ahora, pensar en todo esto me llevó a explorar todo tipo de caminos fascinantes, y acabé investigando un poco sobre qué es lo más pequeño que existe en el universo (ver aquí una interesante aproximación, 2012, en inglés), que a su vez me condujo a las teorías de cuerdas (véase una muy buena explicación de 2,5 minutos del físico teórico Brian Greene, en inglés).

Las formas y los patrones recurrentes en objetos vivos e inertes son especialmente gratos de ver, y las esferas entran en esta categoría: un ojo, el sol, una naranja jugosa, las burbujas en el agua de un río. Mientras pensaba en esto, eché una ojeada a unas fotografías tomadas por la NASA y vi esta maravillosa imagen de Europa, la luna helada de Júpiter, con aspecto algo canicoso pero también orgánico, como los capilares sanguíneos o las finas raíces de una planta. Los patrones que vemos reflejados en nuestros propios cuerpos y en otros seres vivientes parecen ofrecer un tipo curioso de consuelo o tranquilidad, haciendo de contrapunto al asombro y la reverencia que inspira algo que resulta demasiado grande y demasiado lejano para comprender.

Miro esta canica y me parece que su combinación de colores derrocha romanidad o romanitas, como si estos frescos de Villa Farnesina hubieran sido condensados en una pelotita y se hubiera usado un chorrito de vino tinto romano como aglutinante.

Algo me dice que este pequeño planeta fue codiciado y admirado, más de una vez.

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