Nº 34 ~

León de madera

Dinamarca, 1958

Diseñado por Gunnar Flørning

Este maravilloso león de teca fue diseñado en 1958 por el danés Gunnar Flørning (1931-2014). Decidí escogerlo como objeto de mi retrato esta semana tras un largo periodo de indecisión y de cambios de opinión sobre qué objeto danés de mediados del siglo XX debía elegir: es una categoría abundante, deliciosa y emocionante, y fue muy difícil conformarse con uno solo.

Quizás uno de los diseños mejor conocidos de esta época es el mono de Kay Bojesen (1886-1958), creado en 1951 para servir como gancho para colgar en una exposición de muebles para niños. Casi dos décadas antes de producir su famoso mono, Bojesen ya había creado un maravilloso perro salchicha de madera, y un bonito terrier llamado Tim. En los años treinta también diseñó un caballo balancín, que ha resistido el paso del tiempo y sigue inspirando imitaciones y ‘homenajes’ en la actualidad. Bojesen creía que los juguetes debían ser sencillos, capaces de soportar un uso intensivo, y que debían dejar espacio para la imaginación (de ahí su razón por no pintarlos). También pensaba que sus líneas ‘debían sonreir’.

Gunnar Flørning se dio cuenta de que se le daba bien trabajar la madera cuando, para combatir el aburrimiento durante su trabajo como mecánico en el ejército, comenzó a tallar figuras de madera a partir de los postes de una valla. En 1952 empezó a trabajar en ello seriamente, y durante algo más de una década creó una colección de animales y otras figuras de madera, hasta que al parecer se vio forzado a cerrar sus operaciones en 1965 a causa de una alergia al serrín.

Aunque nació 45 años después de Kay Bojesen, Flørning creó su león tan solo 7 años después de que Bojesen diseñara su mono. Su horóscopo era Leo y al parecer solía decir, con travesura en los ojos –‘Recordad que soy un león–.

Echa un vistazo a sus otros diseños, que incluyen un simpático gato bigotudo (que se fabricó en varios tamaños, y del que se vendieron más de 300.000 ejemplares en Europa), un perro y un ratón.

Su pequeño elefante – que diseñó junto con el ilustrador Harry Vedøe (ver aquí un ejemplo de su obra) – es magnífico y tiene una trompa recta y perfecta para ser agarrada por manitas regorditas. Quizás mi diseño favorito de Flørning (junto con este león) es este divertido vikingo (1962): creo que su melena lisa y su aspecto tremendamente poco amenazante son los aspectos que más me enamoran. Puedes visitar el sitio web, que incluye más información sobre el diseñador y sobre los productos que están relanzando poco a poco.

Durante el breve tiempo que dediqué a investigar esta semana, no llegué muy lejos en mi búsqueda de información sobre posibles interacciones entre diseñadores daneses que trabajaban con juguetes de madera durante esta época [ver por ejemplo también Hans Bølling y su precioso perro de juguete llamado Oscar, sus clásicos patitos y su maravilloso juguete articulado ‘Strit’, que puede moverse para crear todo tipo de posiciones]. Estos años parecen increíblemente prolíficos, y pensé en otros movimientos de arte y artesanía en los que los límites de la autoría de cada diseño a menudo se difuminan. Sin embargo, parece que estos diseñadores siguieron sus propios caminos, sin duda influyendo en el trabajo de los otros, e inspirándose mutuamente, pero por lo general trabajando independientemente.

Miro este león y observo esas ‘líneas que sonríen’, como diría Bojesen. Lo cierto es que es, en conjunto, una gran sonrisa, y yo misma estoy sonriendo también.

Esta semana coincidió con la vuelta al colegio en España y otros países, y mientras dibujaba este león y pensaba en él, mi mente también se iba a las ideas en torno a la infancia tal y como las experimentamos en nuestras vidas diarias.

Algunos de los enfoques con los que me he encontrado recientemente (quizás especialmente en el contexto de esta pandemia) parecen tratar a la infancia como una fase que hay que dejar atrás en el camino hacia ser adulto. El colegio se percibe a menudo como algo que te prepara para ser adulto, y también como el sitio donde los adultos pueden depositarte mientras están ocupados trabajando, habiendo alcanzado ellos ese destino final de la adultez. A veces me ha parecido que la infancia se ve como un inconveniente: mejor quitémonosla de encima cuanto antes mejor, de la forma más indolora posible.

También en este contexto me vino a la mente el (relativo) revuelo en España cuando el autor Arturo Pérez Reverte sacó su colección de libros para niños ‘Mi primer autor’, con la idea de que por fin los niños podrían acceder libros escritos por grandes autores (en lugar de por autores de literatura infantil y juvenil, quienes presumimos son inherentemente de segunda clase y figuras menores en este escenario). Hay mucho de esto, de tratar a la infancia y a todo lo que la rodea como si no fuera merecedora de un respeto pleno, como si no estuviera aún formada, en combinación con una actitud pomposa hacia la adultez y las cosas serias y de verdad.

Este león me transmite una forma de pensar opuesta. Parece no trazar una línea entre la infancia y la adultez, y de hecho parece incluso celebrar la continuidad entre las dos fases. Veo un respeto similar por los niños y las niñas y por la infancia que el que vi en los juguetes de plástico de Libuše Niklová: evitan lo cursi, y parecen ser invitaciones a compartir un humor y un deleite por vivir que es universal y no tiene edad. Se ha bajado la guardia, nadie se está tomando las cosas demasiado en serio (excepto, por supuesto, el tema tremendamente serio de la funcionalidad), y el tono es uno de complicidad.

Es interesante pensar que estos juguetes de madera fueron originalmente diseñados para ser duraderos y funcionales, con la intención de promover la accesibilidad y el juego. Ahora veo que en su mayoría se venden como clásicos que muchos de nosotros no podríamos permitirnos: objetos de diseño que se describen como atractivos para adultos y niños por igual – pero me pregunto, si pagamos casi 70 euros por una figura de madera que mide 18 cm, ¿nos importaría que a nuestros hijos se les cayera repetidamente al suelo? ¿O acabaríamos usándola principalmente como decoración?

¿Son para “el niño que llevamos dentro” como adultos, pero no para los niños de verdad? Aquí seguramente entran en juego factores tales como los costes de producción, pero desde luego que da bastante que pensar.  

Me gusta la decidida falta de pomposidad de este león, sus líneas sonrientes, sus mofletes protuberantes. Me gustaría pasar mis dedos sobre esos pies (o pezuñas) perfectamente redondeados, y luego dárselo a un niño para que lo sostenga por su cuello pulido y suave, y para que sienta el cosquilleo de su melena. Y luego lo miraríamos los dos juntos, y nos reiríamos de su parecido más que razonable a una entrañable y regia escobilla de baño.

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