Nº 52 ~

Cordel

Yirrkala, Australia, 1949

The Australian Museum

Hace un par de meses pasé bastante tiempo mirando objetos de juego en el Australian Museum. Mi intención era encontrar algo que fuera específicamente aborigen, que pudiera aportar otra pieza a este puzle creciente. Había muchas opciones, y al principio me centré en buscar diferentes ejemplos de weet-weets (o wit-wits), unos palos largos con un extremo más grueso y bulboso que el otro, que botan al lanzarlos.

Los weet-weets son uno de varios objetos aborígenes diseñados para realizar juegos de lanzamiento. Otros buenos ejemplos son los piar-piars, también llamados ‘little fella boomerangs’ (hechos de hojas de pandano plegadas), juguetes de hélice, o bumerangs de juguete propiamente dichos. La colección del museo también incluye unas maravillosas muñecas-concha, que sin duda reservaré para otra ocasión.

Pero esta ficha de un sencillo y viejo cordel me llenó de intriga. El nombre de la ficha es ‘cord’, pero la etiqueta que aparece en una de las fotos dice que se usó ‘to make string figures’ (‘para hacer figuras de cordel’; string es la palabra más habitual para referirse a los juegos de cordel).

Tras varias búsquedas relacionadas, vi que este cordel estaba vinculado a la colección de 192 figuras de cordel “montadas” que habían creado habitantes Yolŋu (Yolngu) de Yirrkala (Tierra de Arnhem, Australia). Véanse, por ejemplo, las figuras de cordel en forma de ‘huella de canguro’,  Amaeowa / lagarto de agua dulce), o dos peces gato (nail fish)’.

Estas figuras fueron recopiladas en 1948 por un comisario del Australian Museum llamado Fred McCarthy, durante la Expedición Científica Australoamericana a la Tierra de Arnhem, al noreste del Territorio del Norte de Australia.

Para obtener y montar la mayoría de las figuras, McCarthy contó con la ayuda de Ngarrawu Mununggurr, una joven mujer de veintitantos años de la zona de Caledon Bay, su principal informante y colaboradora [para más información, ver este capítulo acerca de las figuras, escrito por Robyn Mckenzie, en ‘Exploring the Legacy of the 1948 Arnhem Land Expedition’].

Según McCarthy, los hombres de Yirrkala usaban estas figuras de cordel en ocasiones de ceremonia, mientras que para mujeres, niños y niñas eran una actividad cotidiana. En conjunto, forman la mayor colección de figuras de cordel de una misma comunidad hechas en el mismo periodo.

Estaba más o menos familiarizada con los conceptos básicos de los juegos de cordel que había visto en Europa (en inglés también llamados cat’s cradle o ‘cuna de gato’) pero tenía curiosidad por saber dónde encajaban estas figuras. Al igual que con otros juegos universales, no tuve que investigar mucho para comprobar que la presencia de los juegos de cordel está increíblemente extendida por todo el mundo.  

Me resultó fascinante ver que con frecuencia se usan para contar cuentos, y me maravillé con los paralelismos entre los usos de cordeles de este tipo en culturas de lugares opuestos del planeta.

Echa un vistazo a este vídeo de 5 minutos de David ‘Kitaq’ Nicolai, de Alaska, que realiza una breve demostración de sus destrezas haciendo figuras con un cordel, dentro del contexto de la narrativa oral nativa de Alaska.

Otro vídeo de alguien en Nuevo México, EE. UU., muestra a su abuela del pueblo Navajo contando historias con un cordel, y enseñando a hacer figuras. En el clip, cuenta ‘cómo los coyotes habían puesto las estrellas en el cielo, y muestra cómo hacer dos constelaciones usando un cordel, Dilyéhé (las Pléyades) y So' Bidee'í (estrella con cuernos).’

Aquí se nos habla de cómo y cuándo se usan los juegos y cuentos del cordel (Pülalkantun) en la cultura Mapuche de Chile y partes de Argentina: contar cuentos y mitos, representar fenómenos naturales, y pedir una buena cosecha.

Puedes ver a niños pequeños en Japón divirtiéndose haciendo figuras de Aya Tori, y luego compararlos con la demostración de figuras de cordel que nos regalan artistas (y niñas, hacia el final) de Yirrkala. Hay incluso una International String Figure Association (ISFA), con páginas nacionales dedicadas a Japón, Israel y Francia. Me sorprendió ver que en Wikipedia hay una larguísima lista de figuras de cordel, que posiblemente ha aportado la ISFA.

Al mirar este cordel, me di cuenta de que una de las razones por las que me atrajo fue que podría ser de cualquier época o lugar, y podría haberse usado para un sinnúmero de cosas. Esto me llevó a buscar el cordel más antiguo encontrado hasta la fecha: se halló en 2020 en las cuevas de Abri du Maras en Francia, y se calcula que tiene unos 50.000 años. Confeccionado por Neandertales, según un artículo en la revista New Scientist:

‘[…] Sugiere que los Neandertales sabían torcer fibras para crear cordeles. De ser así, podrían haber sido capaces de hacer cuerdas, ropa, bolsas y redes.
“Ninguna de estas cosas puede hacerse sin ese paso inicial,” afirma Bruce Hardy de Kenyon College en Gambier, Ohio, EE. UU. “Las fibras torcidas son una tecnología fundamental.”  […]
El cordel se confeccionó torciendo cierto número de fibras en sentido contrario a las agujas del reloj, una acción conocida como torsión S. Luego, se aplicó torsión Z a tres hilos de estas fibras torcidas, creando así un cordel de 3 hilos.
“Es exactamente igual a lo que veríamos si examináramos un cordel fabricado en la actualidad,” comenta Hardy.’

De aquí mi mente saltó al mundo del lenguaje y de cómo organizamos el mundo en nuestras mentes. Concretamente, pensé en conjunciones y preposiciones, y en las cuerdas y los cordeles como encarnaciones físicas de estos elementos (¿o quizás pensara en las conjunciones y preposiciones como cordeles lingüísticos?) Y, a, hacia, con, de. Fue interesante pensar en los cordeles como enlaces de base que nos permiten articular relaciones físicas entre las cosas, y entre nosotros y el mundo a nuestro alrededor.

Más tarde leí un texto escrito por Robyn McKenzie en el que dice:

En la cultura Yolngu del noreste de la Tierra de Arnhem, el cordel aparece en los mitos como atributo de los seres ancestrales, alcanzando una resonancia y un poder sagrados. En las ceremonias, se cuelgan de postes unos tramos de cordel decorado, vinculando de forma simbólica los diferentes clanes y sus territorios, y vinculando las generaciones del pasado, del presente y del futuro.

La tesis doctoral de McKenzie se centró en esta colección de figuras de cordel de Yirrkala del Australian Museum. Escribió el texto anterior para una exposición llamada ‘String Theory’, organizada en 2013 en el Museum of Contemporary Art, que incluyó, entre otras cosas, grabados creados por grabadoras aborígenes, basados en las figuras originales recopiladas en 1948.

La exposición de estos grabados representa un recorrido interesante. En él, las figuras – elementos de un mundo de tradiciones efímeras y de representación – devinieron elementos estáticos y permanentes, clasificados y agrupados en una colección en el Australian Museum, que luego, años más tarde, sirvieron de base para una serie de grabados. Como entusiasta de las artes gráficas, siempre me ha gustado cualquier oportunidad de dar permanencia y reproducibilidad a los momentos fugaces y efímeros. Al registrar acciones físicas de esta manera, entra a jugar una especie de alquimia. En este caso, este proceso transformativo ha tenido tantas fases que los objetos son ahora algo completamente nuevo. Dice McKenzie:

No puedo evitar sentir que estos grabados tienen una belleza melancólica como las colecciones en las que están basadas. Pero, abstraídas de esa historia y pasadas por el tórculo, expuestas en ese cubo blanco de la galería, se están convirtiendo en otra cosa.

A mí también me resultan bellos los grabados. Mira este de M Wirrpanda, de una figura de Biyay/Lagarto, o este otro de una figura de Damala/Pigargo, realizado por Nyangungu Marawili (2013).

Me gusta un detalle que menciona McKenzie: hubo un bonito reencuentro de la autoras de esta obra gráfica (en su mayoría mujeres mayores, incluida alguna artista practicante, que no habían jugado con cordeles desde hace muchos años) con estas figuras de cordel tradicionales, que volvieron a aprender a hacer durante el proceso de grabado. Las descripciones nos indican que son grabados de barniz blando, por lo que imagino que primero hicieron las figuras y luego con cuidado las colocaron en el barniz para crear la impresión.

Tenemos conocimientos privilegiados acerca de este cordel. Sabemos cosas de su vida pasada, en la que estaba en movimiento, una extensión de ágiles manos creadoras. Podemos imaginarlo en forma de huella de canguro, o en forma de lagarto, o de dos peces. Podemos imaginar unas manos – ¡a veces incluso unos pies y una boca! – tensándolo hasta que, por un momento fugaz, tomara la forma de una figura reconocible, reducida a sus líneas más esenciales. ¿Por qué? Porque es una gozada.

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