Nº 53 ~

Anillo de dentición

Reino Unido, siglo XIX

V&A Museum of Childhood

Es interesante pensar sobre los aspectos que más destacan cuando ojeo catálogos de colecciones de museos o subastas. Algunos objetos me llaman la atención porque son bonitos, graciosos, sorprendentes, chocantes o extraños. Y luego hay otros que de inmediato hacen que me detenga y los mire en más detalle porque es evidente que contienen un acervo de información sobre muchos temas diferentes; ofrecen una especie de lección de historia condensada y multifacética.

Este anillo de dentición debe su existencia, entre otras muchas cosas, a la Commedia dell’arte (véase el personaje inglés Punch, derivado del personaje italiano original de Pulcinella), al colonialismo (véase el anillo de marfil y el mango de madreperla) y a la industrialización (véase el prensado y estampado de la plata en el siglo XIX). De hecho, debemos retroceder aún más, ya que en realidad también debe su existencia a la farsa atelana de los romanos y las hilarocomedias o farsas flíacas de las colonias griegas del siglo IV a.C.

Estos detalles me aportan un enorme placer, por formar pequeños hilos invisibles que van uniendo puntos y tejiendo, creando bonitos patrones repetidos en el telar de la historia.

Di con este objeto cuando exploraba el V&A Museum of Childhood en busca de juguetes o marionetas relacionados con Punch and Judy. Desde hace ya algún tiempo, he estado interesada en la Commedia dell’arte y quería buscar algo sobre Punch and Judy, por ser una derivación localizada de la Commedia en el Reino Unido (en España, la Commedia dell’arte daría lugar al teatro del guiñol o los títeres de cachiporra, y su versión de Pulcinella o Punch era Polichinela/Cristobica).

La primera vez que lo vi, hice una muequita involuntaria de dolor, imaginándome las encías blandas de un bebé entrando en contacto con los adornos puntiagudos de la figura de Punch. Nada que ver con el muñeco blando de cuero que diseñó Gussie Decker en 1903 precisamente para no dañar a los bebés: “irrompible e incapaz de dañar a niños pequeños”, decía la patente, y “muy bueno para morder para niños con molestias de dentición”, declaraban los anuncios de la época.

No tardé mucho en entender que este estilo de mordedores estaba bastante extendido en el siglo XIX, al menos con esta configuración de anillo de marfil más figura de plata, con o sin mango de madreperla.

Según la información que nos proporciona el V&A Museum, en el siglo XIX Punch & Judy se usaron como “motivos decorativos en una amplia gama de artículos domésticos”. Y prosigue, “En 1841 se fundó la revista [satírica] Punch, or the London Charivari, nombrada en honor al personaje cómico y anárquico de Mr. Punch, cuya imagen aparecía en la cubierta.”

Fue fácil encontrar otros anillos de dentición en forma de Punch y me hizo gracia que se hubiera utilizado un personaje “cómico y anárquico” para decorar mordedores para bebés.

Echa un vistazo a estos tres sonajeros del siglo XX de una página de subastas: la descripción de uno es “Mr Punch”, otro es “un osito de peluche de Jorge V” y, si acercamos un poco la vista, el sonajero del centro parece tener marcas de mordeduras.

Me pregunté si estos mordedores de plata se usaron alguna vez o si eran más bien regalos simbólicos en bautizos, objetos que realmente no eran para que los bebés los babearan y mordieran. Es posible que muchos de ellos se quedaran en eso, pero ya he visto varios que parecen haber sido mordidos en algún momento; bebés nacidos, quizás no en cunas de oro, pero sí con mordedores de plata en boca.

Hice una breve exploración de la historia de los mordedores y anillos de dentición y aprendí que este diseño es una especie de evolución de los sonajeros de coral, que en inglés a menudo se llamaban corals and bells (literalmente, corales y campanillas; hay algunos en el enlace previo). Según Marcia Hersey (ver su libro aquí) estos empezaron a aparecer en el siglo XV, al menos a juzgar por los retratos de niños (ver este del siglo XVII). Puedes ver una variedad de diseños en esta página sobre una exposición que tuvo lugar en Amberes en 2010 titulada Corals and bells. Algunas de estas varitas de dentición/sonajeros también incluían silbatos, como este de aquí.

Encontré un maravilloso anuncio publicado el 17 de marzo de 1884 en Auckland, Nueva Zelanda, de unos almacenes llamados Montague’s Fancy Bazaar y todo lo que se vendía allí. Al final de la página, debajo de ‘Fancy Goods’ (artículos de calidad), menciona la venta de “babies’ corals and bells’”:

Gold and Silver Chains, Lockets, Necklets, Brooches and Earrings, Studs, Links, Suites, Ladies and Gents’ Rings, Wedding Rings and Keepers, Greenstone Ornaments, Babies’ Corals and Bells, and an assortment of novelties too numerous to mention.”  

(“Cadenas de oro y plata, medallones, collares, broches y pendientes, aretes, gemelos, conjuntos de joyería, anillos para señoras y caballeros, anillos de boda y de compromiso, adornos, corales y campanillas para bebés y un innumerable surtido de novedades.”)

El tipo de anuncio y la publicación en la que apareció me parecieron datos interesantes, porque inicialmente había supuesto que estos mordedores o sonajeros solo habían pertenecido a las clases muy adineradas, pero aquí podemos imaginar que quizás su uso era algo más amplio.

Me encantó descubrir que exactamente trescientos sesenta años antes del día en que terminé este dibujo, el 9 de mayo de 1662, Samuel Pepys anotó en su diario que había visto un espectáculo en Covent Garden, Londres:

“[…] Y de ahí a una obra de títeres italianos que se realiza dentro del recinto, que es muy bonito, el mejor que he visto nunca, y lugar de congregación de numerosos galanes.”

Un par de semanas más tarde, el 23 de mayo de 1662, Pepys acudió a verla de nuevo, esta vez con su esposa.

“[…]Después de terminar, mi esposa y yo fuimos a la obra de títeres en Covent Garden, la misma que vi el otro día, y realmente es muy agradable. Aquí entre los violinistas vi cómo alguien tocaba un dulcimer [o dulcémele] golpeando las cuerdas con martillos, muy bonito.”

Este espectáculo en concreto corría a cargo de un artista nativo de Boloña llamado Pietro Gimonde, más conocido por el nombre artístico de Signor Bologna (imaginamos el deleite con que algunos ingleses pronunciaban su nombre, los más atrevidos saboreando esa “r” final de Signor para añadir un toque de sofisticación continental).

Según P. Highfill, E. Langhans y K. Burnim en A biographical dictionary of actors, actresses, musicians, dancers, managers & other stage personnel in London, 1660-1800 (p. 189), Signor Bologna era un titiritero activo de 1662 a 1688:

“Bologna encantó de tal manera a Carlos II que el Rey le dio una cadena de oro valorada en 25 libras y una medalla de oro como recompensa.

 […]

Pepys solía referirse a estos espectáculos como Polichinello, aunque quizás tras la introducción inicial por parte de Bologna del personaje de Punch a Inglaterra, el apodo (usado con diferentes variantes y ortografías) se usó para todos los títeres, independientemente de quién los estuviera operando.

Signor Bologna estaba actuando en Francia en la Feria St. Laurent en 1678, y ahí anunció el uso de “cambios de escenarios y numerosas máquinas”. Es posible que regresara a Inglaterra en agosto de 1688, ya que en el poema The Theatre of Compliment de ese año aparece la frase, “Y aquí está Punchinello, tres veces mostrado al Rey”.

Descubrí que era el 360º aniversario de Punch & Judy al ver un post en las redes del maravilloso Pollock’s Toy Museum [que desgraciadamente tuvo que cerrar recientemente] sobre un teatro de Punch & Judy de papel que crearon con motivo de esta fecha especial.

El sitio web del V&A Museum tiene un buen artículo sobre la historia de Punch & Judy, que incluye muchos aspectos, entre ellos controversias sobre Punch (por atizar a Judy con frecuencia), la voz chillona de Punch y cómo se consigue (con una lengüeta o pito, en inglés swazzle), diferentes “primos” de Punch de todo el mundo y su evolución en el Reino Unido. Aún se hacen representaciones de Punch & Judy en el Reino Unido y es fácil encontrar vídeos de pequeños espectáculos de titiriteros, especialmente en pueblos costeros.

Supongo que debería sincerarme y confesar que me interesa más la figura de Pulcinella que la de Punch, por ser parte del fenómeno más grande y complejo de la Commedia dell’arte italiana. Siempre me han atraído sus personajes arquetipales y estoy (muy lentamente) trabajando en un proyecto sobre ellos.

Uno de los aspectos que me cautiva especialmente es la enorme gama de posibilidades que ofrecía la Commedia dell’arte, incluso dentro de sus tramas y escenarios típicos “hechos”, al ser la improvisación un componente clave. Al leer sobre las representaciones de la época podemos ver que era una cosa viviente, popular en el verdadero sentido de la palabra. ¿Es posible echar de menos algo que ya había desaparecido mucho antes de que yo naciera? Está claro que aún quedan trazas y es fascinante ver cuántos dramaturgos, tanto del pasado como más recientes, evocan su espíritu. En realidad, cuando pienso en ella, lo que siento es algo parecido a la nostalgia.

Creo que un aspecto que me gusta y emociona en especial es que los arquetipos no están camuflados con nombres diferentes dependiendo de la obra o el argumento; sus nombres se mantienen iguales, reconocibles, inconmensurables y arquetípicos sin reservas. Pulcinella es Pulcinella, para un rey y para un obrero.

Me dan ganas de agitar las manos frenéticamente para llamar la atención de guionistas de cine y televisión de hoy y dirigir su mirada a las tramas y los escenarios de la Commedia dell’arte: “¡Eh, mirad! ¡Aquí tenéis el material y la estructura que buscáis! Es atemporal, está hecho para ser adaptado, es maleable, rico, emocionante, deliciosamente despiadado y nada preciosista… ¡Lo tenéis todo aquí!”

La Commedia dell’arte es tan antigua y tan nueva como el mundo, ha sido probada exhaustivamente y, sin embargo, cada iteración logra ser una creación única.

Puede que el concepto se nos antoje muy ajeno a nuestras vidas actuales, por muchas razones, pero me encantaría ver qué ocurriría si resucitáramos la Commedia dell’arte y la hiciéramos colisionar estrepitosamente con nuestro mundo. Porque, como bien dice Punch, “¡Así se hace!” *

*En inglés, “That’s the way to do it!”

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