Nº 2 ~

Cerdito sonajero

Chipre, 300-50 a.C.

British Museum, Londres

Retrato no 2. Cerdito sonajero

Cuando empecé a investigar objetos de juego de la antigüedad, me encontré con un sonajero diferente pero parecido a éste, que también puede verse en el British Museum (aquí). Ese objeto, con sus dimensiones pequeñas y su aspecto gracioso, me sacó una sonrisa al instante. ¿Un sonajero de terracota en forma de cerdo? ¡Sí!

Me gustó que fuera una representación fiel de un cerdo, y me pareció interesante pensar en cómo los niños y las niñas de la época podían haber asociado los animales domésticos con la diversión y la compañía.

Investigué un poco más y descubrí, sorprendida, que este curioso cerdito no era ni mucho menos el único en su especie.

Una breve consulta de las colecciones del Getty, el Met y el British Museum me regaló una bonita selección de sonajeros de terracota en forma de cerdos o jabalíes, algunos incluso con un niño sentado en sus lomos. Unos cerdos son de estilo realista, mientras que otros son más estilizados, como el que he escogido para mi retrato.

Lo primero que me he preguntado es ¿y por qué cerdos? El J. Paul Getty Museum me ayudó a orientarme un poco: en la antigüedad, los cerdos eran ofrecidos como sacrificios a deidades como Deméter y Perséfone a cambio de brindar protección a los niños y niñas y a las personas que les criaban.

Los sonajeros como éste pueden haber tenido además una función ritual, ya que el sonido que emitían servía para “alejar el mal” (las enfermedades y la muerte). Algunos de estos cerditos sonajeros se encontraron en inhumaciones de bebés y niños pequeños, como parte de un ajuar funerario.

Podría haberme decantado por cualquiera de los sonajeros que encontré en mi pequeña investigación, pero tengo una debilidad especial por el carácter de éste. El cerdo (¿o es una cerda?) está algo ladeado, y su cara tiene una expresión algo perpleja – quizás sea por los ojos. ¿Esas rayas son cejas? Tengo la ligera sospecha de que este personaje porcino no tiene nada de serio.

Disfruto mucho al ver líneas estilizadas en artefactos antiguos: este cerdito parece casi sacado de unos dibujos animados. Me lo imagino perfectamente, caminando rechonchamente hacia otro personaje, con las cejas en alto y haciendo algún comentario tonto. Tiene un cierto aire de “yo no he sido…”

Pienso en una niña pequeña y soñolienta, vestida con una túnica y con los pies descalzos; agarra el cerdito y lo sacude. A su lado, una mujer está preparando comida: se oyen los ruidos de los utensilios, chocando unos con otros. Voltea la cara, mira a la niña por encima del hombro y la arrulla. Un golpe; un gemido. La mujer se agacha, recoge el sonajero y se lo vuelve a dar a la niña. Ya, ya está. 

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