Nº 20 ~

Sufragista sin cabeza

Reino Unido, 1909

Cuando comencé a pensar en este juguete como objeto de un retrato, dudé un poco – me interesaba, pero ¿realmente quería tomar ese camino? ¿Me interesaba como objeto de juego, o como representación de algo mucho más amplio?

Este es mi 20º retrato, y me está pareciendo cada vez más fascinante pensar en la forma en que el juego y los juguetes están integrados en nuestras vidas y a menudo son usados como herramientas sociales.

No existen muchas referencias a este juguete; solamente pude encontrar una imagen en Pinterest, que también muestra las instrucciones en inglés y francés, y una imagen propiedad del catálogo de imágenes de Mary Evans (no puede insertarse un enlace directo), que dice que data de alrededor de 1909 y está hecho de plástico, y que también puede comprarse como lámina impresa. Existe una imagen adicional: este sitio web dice que esta hecho de cerámica, aunque parece poco probable dado su mecanismo. Parecen todos ejemplos diferentes del mismo modelo.

El juguete parece haber sido parte de una serie de muñecos llamados The Jumpies (los saltarines), aunque no he podido encontrar ninguno de sus compañeros, ni he podido averiguar quién lo fabricó.

Si dejamos de un lado por un momento la historia social, el juguete tiene un mecanismo bastante divertido. Las instrucciones dicen: “Saque la cabeza de la figura, coloque la figura en una mesa y presione la cabeza firmemente dentro del cuello. Esto hace que el clavo interior de la figura penetre la mesa. Ahora levante la figura y la cabeza saltará”. El atractivo está en el mecanismo saltarín – es un poco como una caja de sorpresa, o uno de esos hombrecitos de palo activados por resortes, que saltan cuando los presionas – y es de suponer que la cabeza llegaba bien alto o bien lejos. Las instrucciones muestran dos figuras: el cuerpo de lo que parece un payaso, junto con un hombrecito con bombín y de cara regordeta. Está claro que estaban hechos para hacer gracia. Es curioso que para que funcionara, el clavito tenía que penetrar una superficie o “mesa”, lo cual debe de haber dejado un agujerito cada vez que se usaba.

Lo encontré mientras miraba antiguas subastas de juguetes. El primer juguete sufragista que vi fue este juguete de “sufragista luchadora”, en el que vemos a una sufragista luchando con un policía,  y luego vi uno parecido, que probablemente sea de la misma serie, de una sufragista que está siendo dirigida o guiada por un policía. Me intrigó su función, y quién podría haberlos comprado, así que empecé a mirar parafernalia tanto prosufragista como antisufragista, y entré en un mundo que es tan fascinante como por momentos perturbador. 

Los juguetes y juegos prosufragistas incluyen cartas y juegos de mesa (ver aquí una colección, y ver aquí el juego de mesa Pank-a-Squith). Los objetos antisufragistas con frecuencia tenían un tono muy oscuro, y no se limitaban a ser “satíricos” o “chistosos” como los he visto descritos.

Cuando hice mi retrato de la hucha de la niña saltando a la comba, alguien me comentó que había algo particularmente inquietante y llamativo sobre la forma en que la mecánica de cada juguete habilitaba e inculcaba en las personas un tipo de violencia visual y deshumanización repetidas contra personas no blancas, haciéndolas entrar a martillazos en las cabezas de los niños de una forma horrenda: con cada caída, cada patada en la cara, cada vuelta de tuerca. Tuve una sensación muy parecida aquí, en la que el elemento visual de una sufragista poco agraciada que pierde su cabeza repetidamente es causa de entretenimiento y escarnio. “Cómo la sufragista perdió la cabeza”, dice la caja.

La propaganda antisufragista incluyó una fuerte violencia visual. Me ha impactado hasta qué punto los tropos de la época han sobrevivido tan intactos hasta hoy. El puro terror y la furia de sentirse desafiados con respecto a unas estructuras de poder antiguas puede verse en cada línea dibujada de estas postales (ver aquí, o aquí o aquí). Casi podemos ver a los hombres que las dibujaron, la boca espumosa de rabia, salpicando por las comisuras mientras añadían unos dientes torcidos y unos pelos desaliñados.

Y por supuesto, cuando añadimos raza a esta mezcla, se crea una capa extra gruesa de lo que llaman monsterisation (“monstruoización”). Me había ceñido principalmente al movimiento de las sufragistas en Reino Unido (generalmente conocidas como “Suffragettes”), y no había visto mucho sobre el movimiento en Estados Unidos (conocidas como “Suffragists”), pero pronto vi varios objetos horribles de lo que se consideran como representaciones de Sojourner Truth. Este juguete, con un mecanismo de relojería, es particularmente desagradable. En esta figura de bisque, despojan a la mujer negra de su ropa hasta quedar en ropa interior, y la hacen llevar un garrote de cavernícola. 

Una de las tarjetas postales a las que enlazo más arriba fue enviada anónimamente a la sufragista inglesa Christabel Pankhurst, con el mensaje '¿No crees que deberías coserme un botón en la camisa?’.  Por su parte, una sufragista galesa, recibió una muñeca de vudú, que puedes ver aquí. Los antisufragistas se deleitaban en mostrar lo que querrían hacerles a estas mujeres (ver aquí y aquí), y en lo que de hecho se les hacía en las prisiones (lee el artículo escrito por Djuna Barnes sobre el tema).

Pero una de mis delicias inesperadas de esta semana fue informarme más sobre Sylvia Pankhurst, la hermana de Christabel y la hija de Emmeline. No sabía casi nada de ella, más allá de que era miembro del movimiento sufragista. Socialista y pacifista, creó su propio camino dentro del movimiento, y al contrario que su hermana y su madre, pensaba que era necesario incluir a las mujeres de las clases obreras. Me encantó averiguar que, de todas las cosas que podía haber hecho, fundó la fábrica de juguetes East London Toy Factory en 1914, que empleó a mujeres de la zona, y produjo todo tipo de juguetes, aprovechando el hueco existente en el mercado de juguetes debido a que los juguetes alemanes ya no llegaban a causa de la Primera Guerra Mundial. La fábrica también tenía una guardería, para que las mujeres pudieran cuidar de sus hijos al tiempo que se les pagaba un salario digno. La fábrica empezó fabricando juguetes planos de madera, pero luego diversificó su oferta y pasó a fabricar otros tipos, incluyendo peluches como juguetes con aspecto de Félix el Gato (ver aquí).

Me parece fascinante pensar en este juguete en su contexto. Me pregunto qué opinaban las sufragistas de juguetes como éste; si lo aceptaban de la misma forma en que ahora se anima a las personas a apropiarse de las cosas e invertir su significado. 

¿Les alentaban estos juguetes, o simplemente exacerbaban su cansancio? 

¿Pensaban, desafiantemente, “Sí, he perdido la cabeza, porque alguien tenía que hacerlo”?

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