Nº 28 ~

Tabas

Egipto, ≃1550-1458 a.C.

Metropolitan Museum of Art

Estas tres tabas expuestas en el Metropolitan Museum de Nueva York tienen más de 3500 años, y fueron halladas en las excavaciones de la necrópolis de Assasif, Egipto, realizadas por el museo en 1915-1916.

Han sido objetos maravillosos de dibujar y de usar como punto de partida para explorar el enorme mundo de las tabas en todas sus variantes, ofreciendo un gran número de vías que investigar en cuanto al juego y los juegos, y reforzando mi gusto por las bonitas texturas y cualidades del hueso.

El uso de las tabas (a veces conocidas por su nombre en latín–astragalus, pl. astragali—o griego astragalos, pl. astragaloi) en juegos, adivinación y/o contextos funerarios está sorprendentemente extendido por todo el mundo. Empezaron siendo huesos de verdad (el hueso de la taba o astrágalo) de ovejas, cabras y otros animales con pezuñas, pero al cabo de un tiempo fueron apareciendo también imitaciones de estos huesos, hechos de otros huesos o materiales tales como la madera, la piedra, el marfil, el metal o el vidrio.

Estas “imitaciones” tenían  generalmente una forma más o menos parecida a las tabas de verdad (p.ej. esta taba egipcia hecha de marfil, o estas de vidrio fabricadas siglos más tarde en Grecia), aunque a veces el artesano creaba variaciones interesantes dentro de esta forma: ver, por ejemplo, este ‘astrágalo de bronce que representa a un enano’ en el British Museum (cuya fecha aparece como ‘Periodo Clásico’), esta pieza de The Walters Art Museum en forma de mono (Egipto siglo III-I a.C.), o estos dos mandriles expuestos en el Metropolitan Museum (ver aquí y aquí, bastante parecidos a la pieza anterior).

En Egipto, las tabas se usaron al inicio como elementos de aleatorización en juegos, y se consideran como precursores de los dados, entre otras cosas. Vi una interesante ponencia de la Dra. Ada Nifosi (Profesora de Historia Antigua en la Universidad de Kent), titulada Astragalomaniacs: Knucklebones in the Ancient World (Astragalómanos: las tabas en la Edad Antigua), que puede verse aquí.  Gracias a esta ponencia, descubrí otro mecanismo de aleatorización egipcio del que nunca había oído hablar antes: las varas (ver estas del Imperio Nuevo o esta bonita vara de 1400–1295 a.C.).

Las varas se usaban en grupos de cuatro o más, y podían decidir las jugadas de un jugador, dependiendo de si caían con el lado plano o el lado curvo hacia arriba. Parece que se usaron antes de las tabas, pero Nifosi nos cuenta que, en torno al siglo XVI a.C., los jugadores empezaron a usar dos tabas a las que se asignaba un valor numérico como alternativa a las tradicionales cuatro varas.

Esta caja de juegos del Antiguo Egipto, magníficamente preservada, tiene más o menos la misma edad que las tabas de este retrato, o quizás sea algo más antigua. Las fotografías del museo muestran que el conjunto incluye un par de tabas. Un lado de la caja tiene veinte casillas, y se usaba para jugar al juego de las veinte casillas (también conocido como el juego real de Ur, con origen en Mesopotamia), mientras que el lado opuesto tiene treinta casillas, y se usaba para jugar al senet. La palabra senet se traduce como “pasaje” o “tránsito”, y el contexto del juego era a menudo funerario. Puedes averiguar más sobre el juego y sus reglas (y cómo hacer un senet casero) en este documento del Royal Albert Memorial Museum (en inglés), o aquí.

Nifosi menciona la sugerencia de Peter Piccione de que, en sus inicios, el juego de senet era laico, y luego fueron añadiéndose elementos a ciertas casillas que aludían al viaje a través del inframundo. La introducción de estos elementos coincide en el tiempo con la introducción de las tabas, aunque no se sabe si estos dos cambios están conectados de alguna forma – desde luego que es una idea interesante. Según el Metropolitan Museum, las tabas son los únicos elementos de aleatorización representados en las escenas de juego del Imperio Nuevo.

Por supuesto, las tabas no solo se usaban/usan a modo de dados en otros juegos, sino que también sirven como juego por sí solas. En la Edad Antigua, además de usarse en versiones de juegos del estilo de la payana o matatena, también se usaban para adivinación y estaban vinculadas a Eros (ver este jarrón en forma de taba decorado con Eros; el poeta Anacreonte escribió sobre los ‘astrágalos de Eros’, o los dados del amor) y Afrodita (ver este espejo que muestra a la diosa jugando a las tabas con Pan).

Me gustó especialmente la mención que hizo Ada Nifosi a un epigrama de la Antología Palatina, sobre un niño llamado Connarus que había recibido un premio de 80 tabas por ganar un concurso de escritura “entre aplausos de los niños”. Me acordé de esos niños de hace algunas décadas que llevaban saquitos rebosantes de canicas, y de los intensos intercambios de cromos que se daban para ampliar colecciones y conseguirlos todos. Encontré otro epigrama del mismo autor (Asclepíades de Samos) que también hace referencia a las tabas, en este caso a su papel en los asuntos del corazón:

No tengo ni siquiera veintidós años, y estoy cansado de vivir; / ¡oh Amores!, ¿qué mal es ése? ¿Por qué me abrasáis?
Pues, si yo algo sufro, ¿qué haréis? Es claro, Amores / como antes jugareis insensibles con las tabas.

[traducción de Antonio Villarrubia Medina]

Existen muchas representaciones del juego de las tabas en el arte clásico. Quizás uno de los ejemplos más famosos sea esta escultura de una niña jugando, expuesta en el Berlin Altes Museum, y que probablemente fuera creada para alguien que murió en su juventud. Esta escultura de un niño con una bolsa de tabas (III s. a.C.) y esta otra de dos mujeres jugando (en torno al 300 a.C.) también son buenos ejemplos, pero creo que mi pieza favorita es la escultura de mármol de un joven que está en plena tarea de pegarle un mordisco a una extremidad de su oponente (la segunda figura se ha perdido, ¡pero la extremidad sigue intacta!), hallada en las Termas de Tito y posiblemente del siglo I d.C.

En todas partes del mundo se juegan diferentes versiones de los juegos de las tabas y matatenas (jacks, payaya, payana), a veces con piedras o conchas.

En Korea, el juego de gonggi se jugaba originalmente con guijarros pero en la actualidad se suelen usar juegos de “piedras” de plástico colorido. En Irán el juego de las cinco piedras se conoce por varios nombres: panj panj, besh dash, rag-rag bazi o ye ghol do ghol.

En India, encontramos un juego de cinco o siete piedras, conocido como gitta, gutte o pacheta (ver vídeo). En Nueva Zelanda, existe un juego tradicional Maori, también con cinco piedras, llamado koruru o ruru.

En Mongolia, las tabas se llaman shagai y se coleccionan para usar en diferentes juegos y en prácticas de adivinación. En musun shagai, un juego inventado en el siglo XIX, los jugadores (conocidos como “tiradores sobre hielo”) usan tabas de animales más grandes y los rellenan de plomo, para luego lanzarlos/deslizarlos sobre el hielo. Me recuerda un poco a la petanca o bocce, aunque aquí parece usarse mucha más fuerza. Puedes leer un buen reportaje sobre el juego aquí (en inglés), y ver a los “tiradores sobre hielo”  en acción.

También recordé esta versión moderna de las tabas, en forma de cerditos, que consigue simpáticamente ceñirse al tema animal.

Y parece que podríamos seguir indefinidamente, enumerando todas las diferentes formas y versiones de jugar con las tabas en todo el mundo.

Encontré un artículo en ruso, escrito por Julia Kustova y titulado Children’s Toys Made of Bones and Rituals with them at Khakases (Juguetes infantiles hechos de hueso y rituales realizados con ellos en la cultura Khakas) que describe algunas costumbres del siglo XX en Khakassia. Contiene unas maravillosas imágenes de juguetes hechos de hueso [aquí pueden verse las imágenes, con créditos], y explicaciones de las diferentes formas en que usan las tabas para jugar. Me recordaron a las muñecas de hueso que están colocadas junto a la Muñeca Zapato en el Museum of Childhood de Edimburgo, que formaban parte de la colección de Edward Lovett. Lovett coleccionó varias de muñecas de hueso de este tipo, y al menos una de ellas –bastante elegante, a mi parecer– puede verse en Hove Museum; otra puede verse en el V&A Museum of Childhood.

Dibujar estos huesos ha sido como dibujar un paisaje bello y árido, salpicado de rocas porosas y tonos ocre. Hubo un momento en que los colores me hicieron buscar un cuadro de Turner, Puesta de sol sobre un lago. Me llevaron a pensar en los huesos que tenemos dentro de nuestros propios cuerpos, en las diferentes formas en que puede darse vida a las cosas, y en patrones y bellezas recurrentes en nuestra anatomía y en la naturaleza.

Dar protagonismo al azar en la vida, el amor y la muerte tiene algo de atractivo y también, posiblemente, de veraz. Si bien es cierto que hay quien diría que una taba es una taba, y todas vienen a ser iguales, para mí fue particularmente gratificante dibujar estos huesos concretos, milenios después de que murieran los animales de los que provinieron y de que se les diera una nueva función a las tabas. Me dieron ganas de sostenerlas en mis manos, acariciar sus texturas y sus bultos en los cuatro lados, y probar mi suerte.  

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