Nº 13 ~

La casa de Rita Flower

Londres, 1942-1943

V&A Museum of Childhood, Londres

Cuando empecé a buscar casas de muñecas para este proyecto, pensé que sería interesante retratar un ejemplo muy antiguo, y escogí esta casa maravillosa de 1673, de Núremberg. Sin embargo, una investigación superficial fue suficiente para recordarme que las “casas de muñecas” más tempranas que conocemos realmente no se usaban como tal; en realidad eran maquetas de casas hechas a escala por personas adineradas para mostrar su riqueza a otros adultos; no para que jugaran con ellas sus hijos.

Pensé que encajaría mejor para este proyecto tratar de encontrar una casa de muñecas que se supiera con certeza que se había usado para jugar, una que idealmente derrochara personalidad. Esta casa cumple estos requisitos a la perfección: la creó un padre para su hija durante la Segunda Guerra Mundial en Londres, en 1942-43. El fantástico nombre de la niña fue decisorio a la hora de optar por esta casa: Rita Flower. 

Esta casa forma parte de la colección del V&A Museum of Childhood, aunque no está expuesta. Viene acompañada de una selección de muebles y objetos, que en conjunto nos ofrecen una instantánea de este periodo, condensada en formato miniatura, con un aspecto vivido y rasguñado por el tiempo.

La primera vez que Rita vio la casa y los muebles, imagino que quedó encantada con su aspecto nuevo y lleno de detalles; luego, a medida que pasaron los años se iría convirtiendo en su vieja casa de muñecas. Los bordes de la butaca se ven desgastados, algo desconchados. Al cumplir Rita los 15 años, ¿dónde estaba esa casa? ¿En un rincón, acumulando polvo en silencio, o ya se había guardado en la buhardilla? ¿Hubo algún momento en que Rita la miró, soltó un “¡bah!” de desdeño, y desechó por completo la idea de jugar más con ella? ¿O retuvo la costumbre de juguetear cariñosa y distraídamente con los muebles, mucho después de haberla dejado atrás como juguete?

 Los detalles que ha incluido el Sr. Flower en la casa son maravillosos – fíjate en las molduras amarillas en las ventanas, la puerta, la chimenea. El cuarto de baño es una verdadera cápsula del tiempo – atrás vemos una silla (a la que solo le quedan tres patas) donde poner la ropa de muñeca a la hora del baño. La casa mide 650 mm de alto y 488 mm de ancho, y se abre por la parte trasera. Me encantaría conocer a las muñecas que vivieron en ella.

La lista de complementos incluye una cama, un cochecito de bebé, un aspirador, un espejo, un libro y un piano. También hay dos objetos descritos como “árboles de Navidad”: vemos uno de ellos en el balcón, y el otro afuera a la derecha. ¿La casa fue un regalo de Navidad?

Para mi gran alegría, vi que el Sr Flower también hizo una maqueta de una carnicería (llamada Bybuy’s), que también está en la colección del V&A, y en este caso sí está expuesta en el museo. La carnicería tiene un diseño parecido a la casa, con ladrillos rojos y pintura amarilla y verde en las ventanas, y también fue creada en 1942-43. Es una maqueta maravillosa, llena de detalles; ¿era el padre carnicero en vida real? 

Estos eran tiempos difíciles en Londres, y crear una carnicería repleta de carne seguramente ofrecía una agradable distracción frente a la realidad de la situación, en la que había poca carne que comprar, y la vida era cualquier cosa menos abundante. ¿Iban las muñecas de la casa de Rita a comprar carne en Bybuy’s y luego la servían de cenar?

Uno de los aspectos que me gusta de esta casa es que es tan representativa de un momento y un lugar en concreto – los colores, el típico diseño de casa adosada londinense, las molduras. Es colorida y acogedora, y llena de detalles que seguramente hicieron sentir a Rita que esta casa era suya. Me pregunto si la casa de Rita Flower tenía algún parecido a esta en la vida real.

 Dibujarla me hizo pensar en qué hacemos los humanos cuando jugamos con casas de muñecas de este tipo – un mundo en miniatura y personas en miniatura para replicar la vida y quizás explorar posibilidades. Mediante la repetición y la imitación de comportamientos y acciones, quizás tratemos de aprehender de qué trata todo esto, y dónde encajamos nosotros.

 También pensé en todas las acciones repetitivas que hacemos en nuestras vidas. Cuando buscamos consuelo y tierra firme, nos asimos a las acciones repetitivas que reconocemos; este reconocimiento nos calma y nos centra un poco. Reconocemos una cocina, un dormitorio, un cuarto de baño. Sí, yo también tengo uno en casa. Mira, es como yo, ¿ves? Así se vive una vida. La vida es una casa, una cama y unas escaleras. Buscamos cosas que están hechas en nuestro idioma.  

Reflexióné sobre el acto de manipular y jugar con la escala de las cosas, algo que siempre parece dar que pensar. Me interesa la obra de artistas que juegan con la escala de forma efectiva – las esculturas de Ron Mueck, por ejemplo, me conmueven y me inquietan, confundiendo a mis sentidos y haciéndome sentir que acabo de interrumpir a alguien en medio de un momento íntimo y frágil. 

La belleza de los lienzos de Alison Watt, que muestran pliegues de papel o tela blanca, a veces tan enormes que tiene que usar escaleras cuando los pinta, es impresionante y llamativa precisamente por jugar con el tamaño, obligándonos a mirar estos pliegues con otros ojos, y sacarles otro sentido.

Jugar con la escala de las cosas nos puede permitir “ver” cosas; parece desvelar otro significado. En este caso, ¿nos vemos mejor, y comprendemos mejor nuestras vidas cuando sostenemos en nuestras manos versiones en miniatura de nuestro mundo, mirándolo todo desde arriba?

 Sin embargo, si eres Pulgarcito y Jancamanca en “La historia de dos ratones traviesos” de Beatrix Potter (quienes se encuentran con una casa de muñecas y empiezan a salivar cuando divisan un exquisito festín por la ventana) este pasatiempo humano de jugar con el tamaño de las cosas y recrear las cosas en miniatura podría parecerte menos agradable. Siempre me ha hecho reír cómo se enfadan y frustran al ver que nada es de verdad. ¿A quién se le ocurre hacer que algo de yeso parezca tan apetecible y convincente? ¿Para qué sirve eso? 

El mundo de las miniaturas sigue muy vivo, y parece haber estado creciendo en los últimos veinte años; solo hay que ver la hipnótica comida en miniatura preparada por Tiny Kitchen, tan popular ahora. Hace unos años se publicó un interesante artículo acerca de casas de muñecas y miniaturas en The Atlantic, que también menciona la película de Lena Dunham, Tiny Furniture (2010), basada en parte en la fotografía que realiza su madre, la artista Laurie Simmons, de miniaturas (ver aquí, por ejemplo).

He estado pensando en qué es lo que hace que las miniaturas tengan tanto atractivo: lo que nos divierte y estimula es cómo se consiguen todos esos detallitos. Estos detalles son, en realidad, los elementos “no esenciales”; los toques que añaden los humanos para deleite de nuestros sentidos. Nos encanta ver un plato de comida en miniatura con un aspecto perfecto, con espolvoreado de perejil incluido. ¿Es realmente necesario ponerle perejil a algo? Sonreímos cuando vemos cosas pequeñas que no tienen ninguna función, pero que alguien ha invertido mucho tiempo en hacer, aun así. No son en absoluto “útiles”, y quizás por eso nos hacen sentir algo, muy a pesar de Pulgarcito y Jancamanca.

Recuerdo estar convencida de que Los incursores de Mary Norton era una historia de lo más factible, y a menudo fantaseaba que teníamos en casa a unos pequeños humanos así. Me encantaba que usaran piezas de la casa de muñecas.

 —Espere un momento—, rogó el chico. De nuevo rebuscó detrás de él; otra vez la mano descendió; y allí, al lado de la cómoda, donde apenas había lugar para ella, apareció una diminuta silla de muñecas; una butaca victoriana, tapizada de terciopelo rojo.
—¡Oh!— exclamó Arrietty otra vez. Y Pod dijo tímidamente:
—Parece hecha a mi medida.
—Pruébela— rogó el muchacho, y Pod le dirigió una mirada inquieta.
—¡Adelante!— dijo Arrietty, y Pod se sentó, en camisón, con los pies descalzos a la vista.
—Está muy bien — dijo al cabo de un momento.
—Quedaría muy bien en la sala, junto al fuego — exclamó Arriety—. ¡Quedaría preciosa sobre el papel secante rojo!

Y tú, ¿no crees que la butaca en miniatura de Rita Flower, incluso así de desgastada, quedaría preciosa sobre papel secante rojo?

Dibujo basado en fotografías en la página web del V&A Museum of Childhood.

Previous
Previous

12. Yoyó de Perseo y Medusa

Next
Next

14. Perro Espacial