Nº 38 ~

Juego de Perros y Chacales

Antiguo Egipto, 1814-1805 a.C.

The Metropolitan Museum of Art

Siempre me maravilla la complejidad de ciertos objetos egipcios como este juego de Perros y Chacales de casi 4000 años, aunque soy consciente de que cuando nos referimos al ‘Antiguo Egipto’ podríamos estar refiriéndonos a cualquier momento de varios milenios diferentes. 

Para aquellos de nosotros que agradecemos referencias visuales para ubicarnos mejor en cuanto a cronología, comparemos este juego con los otros objetos de juego egipcios que tenemos en nuestra colección. Fue confeccionado 500 años después de que esta bonita pelota de lino y cordel fuera enterrada con su joven dueña, y al menos 300 años antes de que se usaran estas tabas para jugar.

[Y si queremos comprender la cronología aún más, podemos mirar este precioso y delicado recipiente para cosméticos con forma de rana, que data, aproximadamente, de 3300 a.C.: 1500 años antes de que se fabricara este juego de Perros y Chacales. A modo de comparación divertida, si ahora viajáramos atrás en el tiempo 1500 años, estaríamos en el siglo VI d.C.: los visigodos estarían en lo que es ahora España, los reinos anglosajones estarían establecidos en la actual Inglaterra, y según las crónicas mayas, la ciudad de Uxmal habría sido fundada recientemente en lo que es actualmente México. Todo esto es para recordarme a mí misma que el ‘Antiguo Egipto’ se refiere a un periodo de tiempo muy largo, y que durante casi todo este periodo se fabricaron objetos complejos, juguetones y muy elaborados.]

A menudo pierdo la noción del tiempo cuando estoy mirando colecciones de objetos egipcios, y me pillo soltando las mismas exclamaciones silenciosas en mi cabeza, una y otra vez: lo cierto es que hay objetos del Antiguo Egipto que nos parecen increíblemente modernos y accesibles en este siglo, y nunca me canso de la emoción que siento al verlos. Disfruto especialmente cuando veo bisagras, puertas, cajones y pestillos (nótese el mecanismo de cierre que sella el cajón de la parte frontal de este juego), y también artefactos mundanos como peines, espejos o pequeños recipientes para cosméticos. Aquellos y aquellas que quieran compartir mis deambulaciones pueden echar una ojeada a esta increíble caja para cosméticos, que perteneció a Kemeni, un mayordomo del rey Amenemhat IV. Se encontró en la misma tumba que este juego de Perros y Chacales, y está expuesto en el Metropolitan Museum con un espejo que perteneció a un oficial llamado Reniseneb, que se encontró en los vendajes de la momia de Reniseneb. Estos vendajes también escondían un precioso hipopótamo de fayenza y un amuleto “shen” .

Cuando miramos objetos como estos, nuestra imaginación apenas tiene que trabajar, porque la basamos en acciones que conocemos de primera mano. Todos hemos jugueteado con un pestillo, hemos jugado a un juego de mesa, hemos abierto un cajón, y hemos tenido que sacar pelos de un peine, así que la conexión que sentimos con respecto a estos objetos y las personas que los usaron nos parece tangible y no demasiado fantasiosa.

Querría haber hecho un retrato de este ejemplo más pequeño (y decididamente más modesto) de este juego, que, sin perros ni chacales insertados, parece un mueble encantado al que le acaban de salir patas, a punto de perseguirse la (invisible) cola. También tiene un aspecto gustosamente robusto y sólido, aunque puede que en sus inicios su apariencia fuera más delicada.

Sin embargo, opté por dibujar este conjunto completo, porque nos da una mejor idea del juego y también muestra su aspecto narrativo y el viaje físico que realizan los jugadores. El concepto parece haber sido un juego de carreras en el que cada jugador tenía cinco piezas/ palos cada uno (a uno le tocaba ser los perros, y al otro los chacales) que iban moviéndose por el tablero según dictaban unos dados u otros mecanismos de aleatorización.

Fue hallado en Tebas por Howard Carter en 1910, aunque Flinders Petrie encontró un ejemplo de este tipo de juego unos veinte años antes, y lo llamó el ‘Juego de los 58 hoyos’, nombre que también se usa para referirse a este juego.   

Los juegos de mesa a menudo eran parte de los ajuares funerarios en las tumbas egipcias, algo que sugiere que no eran solo pasatiempos, sino que posiblemente se percibían como elementos beneficiosos para los muertos en su viaje al inframundo. En el retrato de las tabas ya escribí sobre este aspecto, y sobre el juego de Senet (ver aquí). En el juego de Perros y Chacales, el hoyo grande al final del tablero representa el signo ‘shen’ (como el amuleto que se encontró en los vendajes de la momia de Reniseneb), que era un bucle de cuerda que simbolizaba la protección eterna. Existen dos hoyos a cada lado del tablero que están marcados con el signo ‘nefer’, que significa ‘bueno’. El Metropolitan Museum tiene un artículo de blog que menciona que el juego puede haber sido parecido a Serpientes y Escaleras (en inglés).

Según información en los sitios web del Metropolitan Museum y el British Museum, se piensa que el juego originó en Egipto, donde apareció antes del año 2000 a.C., y parece haber sido popular durante el Imperio Medio (2030-1650 B.C.). Las relaciones comerciales y campañas militares egipcias durante este periodo llevaron a que el juego fuera adoptado en el Antiguo Oriente Próximo, donde alcanzó popularidad durante los primeros dos milenios a.C. La evidencia indica que se jugaba en todos los estratos de la sociedad.  

Es interesante ver cómo las marcas del tablero de madera (que posiblemente sea el ejemplo más antiguo conocido del juego) se corresponden con las marcas del tablero de marfil de este retrato, con unas líneas curvas que conectan hoyos específicos. Hacen que tenga un aire de violín demediado.

Los tableros de juego egipcios a menudo tenían patas de animales: este en concreto tiene patas de toro, dos de las cuales han sido restauradas. El British Museum tiene una pata solitaria que parece casi idéntica a estas, y también encontré una pata de animal de marfil algo más antigua (3100-2900 BC) en la colección del Metropolitan Museum, que pudo haber sido parte de un tablero de juego.

Fue interesante mirar más allá de Egipto y ver qué aspecto tenían los tableros del Antiguo Oriente Próximo. Me encantó comprobar que la colección de objetos hallada en el Templo de Inshushinak en Susa (actual Irán) del que formó parte el bonito erizo sobre ruedas, también incluyó un fragmento de un juego de mesa que ha sido identificado como ‘El juego de los 58 hoyos’(fecha: 1500-1200 a.C.)

Existen muchos otros ejemplos provenientes de la zona de Irán, Iraq o Turquía. Mira por ejemplo este tablero de mármol de Asiria con una inscripción cuneiforme que dice que perteneció al rey Esarhaddon (s. VII a.C.), o este pequeño y curioso tablero sin data exacta, que probablemente provenga del Este de Irán; mide menos de 10 cm y pesa tan solo 159 gramos.

El Oriental Institute of the University of Chicago tiene un ejemplo ornamentado de marfil y oro de Megiddo, Israel, que data de 1200-1100 a.C.

Creo que lo que realmente destaca para mí de este juego de mesa es que parece contar una historia, con unos perros y chacales trabajados con mucho esmero, y una bonita palmera en el centro; los hoyos están dispuestos a modo de laberinto que debe ser atravesado para llegar al final. Me gusta el aspecto físico del viaje, en el que los jugadores no se limitan a mover sus piezas sobre una superficie plana, sino que tienen que coger esos palos largos e insertarlos uno por uno en el hoyo que toque. Tiene un aspecto muy atractivo como tablero, y parece haber sido creado por alguien que estaba muy familiarizado con el juego y las reglas, y que disfrutó diseñando un juego tan especial.

Pero mi detalle favorito, al igual que con el tablero de madera más antiguo, es el hecho de que tenga patas propias, como una criatura juguetona cuyo único propósito es entretenernos.

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